sábado, 7 de mayo de 2011

Abrir los ojos

A Ella le gustaba dormir con él en los estambres de caprichosas amapolas, el suave tacto de sus manos, la armonía de sus compases latiendo al mismo son. A ella le encantaba hacerle el amor, volar y mirarle a los ojos, saberse amada, caprichosa y libre. A ella le asustaban muchas cosas, tenía muchas pesadillas y aunque era en ocasiones muy indecisa, tenía un sueño (muchos en realidad) que la mantenía viva

Él... él tenía esa cosa a la gente llama carisma. Tenía ese acento y esas maneras, aquellas manos y una ternura que nadie ha igualado hasta la fecha. Tenía el poder de revolver todo su mundo, tiempo y espacio incluidos, con un solo gesto. A él le encantaba su media sonrisa, sus silencios, sus gemidos y sabía exactamente lo que pensaba en todo momento, aunque ella no quisiese. No era alto ni atlético ni nunca supo responder cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, pero siempre supo lo que quería mas incluso que a su propia vida.

Lastima que sus almas solo llegasen a cruzarse aquel minuto, aquel segundo que ambos supieron que serian muy felices juntos, porque realmente lo hubiesen sido si se hubiesen amado en aquel preciso momento... Pero claro, él no sabia que quería ser de mayor y ella era muy indecisa. Así que se miraron desde lejos, pasaron uno al lado del otro y desde allí escuché como sus almas se rompían al intentar no separarlos. Aunque en ese momento no se dieran cuenta y se arrepintieran de ello el resto de sus vidas.