jueves, 17 de diciembre de 2015

I



Tengo un invierno para ti,
noches de enero llenas de mantas y películas,
de nosotros felices, de tu risa en mi habitación,
de tus sueños en mi cama.
Te hablaré de aquella vez que deje en un papel en blanco
mis (Co-)razones
para querer a alguien que solo me quiere
cuando tiene miedo.
También de aquella chica, de mis dieciséis años. 
De cuando tuve miedo a que no llegases nunca.
Del daño que me hicieron,
de cuando quise
hacérmelo.
Te hablaré de mis sueños,
de cuando soñé con la sonrisa de Roma
y supe que nunca más sabría sentirme sola.
De los hombres que durmieron a mi lado
y del frio que dejaron en camas de las que no quiero acordarme.
Tengo un invierno
y mil primaveras para explicarte cómo fue el abril que me robaron,
las esperanzas que posé en otras bocas,
el por qué de todas las veces que fracasé.
Te quiero
enseñar cómo me hice a mí misma,
cómo me atrincheré entre los escombros,
cómo floté en mis propios estanques
y cómo aprendí a no esperar nada ni a nadie.
Ya sé que no tomas café,
que a veces tienes miedo,
que te hace reír mi aversión a la gente y a las multitudes.
Pero
quiero que me conozcas como yo lo estoy haciendo.
Quiero enseñarte mis miedos, mis poemas y
mis ganas de vivir.
Quiero que haya una butaca con tu nombre en todas las funciones
y que ames a todas y cada una de las mujeres que seré.
Me gustaría reconocerme en tu sonrisa,
que captures mis silencios y mis vacios en las fotos que no borras nunca,
que el mundo entienda por qué no me quedé cuando me vean pasear contigo.
Porque no sé en qué momento doblé la esquina que me trajo hasta ti;
pero no daría ni un paso atrás
por verte sonreír
solo
un poquito 
más.

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