sábado, 29 de diciembre de 2012

No tengo nada que hacer contra sus curvas, contra los hoyuelos que acaban en su espalda, porque se que están ahí, los he visto, en sus ochenta fotos de "mírame qué buena estoy"
No tengo nada que hacer contra el fuego de conocer a alguien desde cero, que a mi ya me conoces más que yo misma y eso que juré que nadie entraría tan dentro y mírame... Cansada, indefensa, pletórica de ausencias, por contradictorio que parezca, de tus orgasmos, de los míos que ya no son tuyos, de los tuyos que ahora le pertenecen a ella.
No tengo nada que hacer contra su pelo largo ni su risa de musa ni con su espalda ni con sus mil kilómetros de piernas patrocinadas por vendedores de seda.
No tengo nada que hacer contra ella y tus erecciones ni con vuestras fotos que me duelen porque son más bonitas de lo que nunca fueron las nuestras. No, eso nunca. Contra eso ella si que no puede hacer nada.

No se si lo sabes ni si te importa, pero te extraño, y te lo digo así porque se que te pone el acento que escondo. Porque es lo único que se ocurre hacer contra sus curvas, contra el tiempo y el olvido que se cierne sobre nosotros, o tal vez ya lo ha hecho y yo sigo buscándote en la oscuridad mientras tu ya hace meses que encontraste la superficie.

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